martes, 29 de mayo de 2012

De Chiquita a Frida

Por suerte en Ecuador, el control de la natalidad animal es más sencillo de lo que parece y muchos más económico también.

Si su gata ha sido utilizada por una fiesta gatuna y de esa rumba se obtuvo el fruto prohibido de un amor no planificado, lo más lógico es que la gata para a los gatitos y después usted bote a los gatitos en los patios de alguna casa del camino.

Y es así como Chiquita llega al patio de la oficina en donde trabajaba mi mami.

Una gatita peluda para su raza runa (o callejera), con una cola maravillosa similar a la de una ardilla, ojos con una mezcla entre miel y ámbar claro, de eso que te desnudan el alma, de pelaje como si pareciera felpa y con tonalidades amarillas y naranjas.

Mi mami la recogió y cuidó, hasta que su jefe quiso botarla del patio a patadas, literalmente, pero la valiente Chiquita se le prendió del pantalón y reclamó su espacio y respeto.

Mi mami al ver este acto de violencia decidió que Chiquita debía venirse a vivir con nosotros y como tenemos dos patios no iba a tener problemas con el rey Arturo

Cuando conocí a Chiquita, noté que la gata tenía más personalidad que ser un simple adjetivo y como era una sobreviviente, guerrera y luchadora, decidí ponerle Frida, no sé si antes o después del nombre pero hasta la fecha tiene esa personalidad de que te ignora, muy calmada, intocable (sólo por quienes quiere), amante del sol, del atún y la buena vida. Duerme sobre los lugares más esponjosos y comparte su espacio con los helechos que le brindan sombras cuando duerme la siesta del medio día.

El patio delantero era suyo y entraba a la casa de vez en cuando en donde se fue apoderando de cada uno de los espacios que recorría.

Un día descubrió el patio trasero y en él al rey de su territorio.  Se prendió de la tela metálica de la ventana y le dijo "¡Qué andas muy campante! Para allá también iré". Pero eso no fue todo, como no reinaba la armonía en la casa, decidimos que era la hora de presentarlos entre mi mami y mis hermanos enfrentamos a los animalitos, mi hermana sostenía a Frida, mi hermano sostenía a Arturo y yo sostenía a mi mami (para evitar las avalanchas maternales). 

El problema fue esta gata temperamental que empezó a hacer sonidos horribles mientras el perro movía la cola, alterando a todos los presentes.  Por ende decidimos volver a mandar al perro al patio y fue ahí cuando todo se complicó aún más.  Arturo por ser hijo del maltrato (por culpa de sus dueños anteriores) vive ahora en una libertad total, corre por nuestro patio, duerme cuando quiere, juega cuando quiere, cuida la casa, pasea por el barrio, anda sin correa, en fin, es dueño de su vida y sus acciones, por ende cuando mi hermano, quién no vive en casa de mi mami quiso meterlo al patio y no dejarlo hacer lo que "decida", lo mordió. No mucho ni fuerte, pero nos asustó a todos aún más.

Resignados de tener que vivir con cuidado, cuando pasemos de un lado al otro de los patios para evitar peleas entre perros y gatos, continuamos con nuestras vidas. 

Pero para Frida esto no podía quedar así, ella ya había reclamo el territorio. Así que  durante varias noches se escapó de la casa (ya dormía adentro) y se subió al muro y observaba dónde dormía Arturo, para que una vez que esté roncando ella le saltaba en la mitad de la noche.

¿Cómo lo sé? Porque él dormía al pie de la ventana de mi cuarto y cuando la muy sinvergüenza se lanzaba escuchaba cómo se levantaba asustado, a veces lo hacía llorar, estoy casi segura que se le lanzaba sacando sus uñas, para aterrizar sobre él.

La historia concluye en que ella se dio cuenta que Arturo era demasiado bueno para herirla o pelear por un espacio que era lo suficientemente grande para los dos, ambos han respetado sus temperamentos y viven en armonía, aunque no es como en los dibujos animados que el uno duerme y la otra se le acurruca, no así no, cada uno debajo de su plantita favorita, aunque en el mismo patio.

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